viernes, 22 de noviembre de 2024

NUEVAS CULTURAS

 



Viernes, 22 noviembre de 2024


Bien hallados compañeros.

Ya mucho más tranquilo, después de todo el ajetreo post AG CUP y su spin-of. Ya descansado y relajado después de la dieta correspondiente y ver que la copa está sana y salva en su verdadero hogar.

Son días de reflexión, pensando en todo lo bueno realizado para poder disfrutar de estos éxitos y también de mentalización de lo que se avecina. 

Y es que, con la cada vez más fama mundial que tenemos los Porcos, más equipos nos piden enfrentarse a nosotros y las giras por Madrid o Nottingham ya están en la mente del Main. Todo esto supondrá un gran esfuerzo mental y físico y yo quiero estar listo para cuando el líder nos reclame.

He decidido dejar la cerveza al menos durante dos o tres días y abrirme a nuevas experiencias, hacer alguna locura, conocer nuevas costumbres, abrir un poco la mente, interaccionar con otras culturas. No todo tiene que ser pensar en beber y sacar brillo al banano.

Es una idea que me viene rondando desde la disputa de la XVIII y que que he ratificado en la dieta de la victoria. Todas esas nuevas incorporaciones y esas caras nuevas en ambos episodios, han hecho que crezca mi curiosidad y me haya decidido por arriesgarme en una pequeña aventura. ¡¡ Voy a explorar los dominios del Main!!


El día señalado, me levante (además de nervioso) temprano.

Repasé una vez más la mochila a ver si tenía todo lo que creí necesario llevar. Comida suficiente, una cantimplora, una manta, un pequeño botiquín, brújula, linterna, un móvil con la suficiente batería... todo parecía en orden. 

Salí de casa y atravesé las calles casi desiertas del casco histórico hasta llegar al puente del Burgo.

Allí me detuve por unos instantes. Vi el barrio a lo lejos, lo pensé un momento y finalmente me decidí a cruzarlo. 

Lo primero que me llama la atención, cruzando el puente, es que los habitantes del otro lado, son parecidos a mi en el hecho que todos llevan su mochila y que además son multiculturales, tanto hablan inglés, cómo francés, alemán u otros idiomas que no alcanzo a distinguir. Bien...genial, esto es lo que venía buscando.

Una vez llegas al otro lado del río, ya te das cuenta del nivel económico del lugar, una empresa petroquímica da la bienvenida al barrio.

Voy sin un planing fijo, así que busco Google maps en el móvil, estudio el entorno y decido que me aventuraré por la Avda. de la Coruña, hasta llegar a la rúa Luis Otero y volveré al punto de partida por la rúa da Santiña. Quiero ver lo máximo posible de la arquitectura y de la cultura del lugar. Si es posible interactuar con algún lugareño y lo máximo sería encontrarme con el Main.

Bueno, lo máximo sería fozar con alguna nativa, darle banano de calidad, pero tampoco vengo con la intención de forzar demasiado la situación.

Veo en internet, que estoy cerca del pabellón municipal, diseñado por Alejandro de la Sota, así que me dirijo hacía allí. Nivel de instalaciones tienen aquí. Después de un par de fotos,  parada en el Bar Estadio para una primera cerveza que me de ánimos para la continuar la aventura.

Comienzo la ruta acordada por la Avda. de la Coruña. Me llama la atención que la arquitectura en general es bastante similar a la de la ciudad. La gente con la que me cruzo por la calle, aunque ya ha dejado de llevar mochilas y de hablar en otros idiomas, no me parece rara y sus rasgos no son muy diferentes a los míos. Hay algún comercio, las aceras son anchas y por la estrecha carretera circulan de vez en cuando, automóviles similares a los utilizados al otro lado.

Ya llevo unos 200 metros de viaje, así que pienso que es hora de una nueva parada. El Villas es un bar-taberna típico, de esos que esperaba encontrarme antes de emprender la aventura. Huele a comida casera, me pillo una cerveza y degusto un buen petisco. Sé que está cerca, así que casi me atrevo a preguntar por la ubicación del palacio del Main. Sería una visita increíble ver donde vive nuestro Líder. Finalmente no lo hago, no me atrevo, quizás los parroquianos que estaban a esa hora en el bar, me tomasen por alguien con intención de atentar contra el Main y acabase pronto y mal mi aventura.


 Cargo la mochila a la espalda y prosigo el camino. Despacio, pasito a pasito para no perderme ni un detalle de este lugar. Y también porque el trayecto es cuesta arriba y se me hace dificultoso ir a buen ritmo. 100 metros más allá decido parar de nuevo El Lareira me recuerda al anterior, un bar típico de esos que estaba buscando. Me pido dos cervezas, una para tomarme de penalti para el sofoco del viaje y otra para tomarme con más calma mientras escudriño el local. Me disgusto un poco al darme cuenta que allí nunca me encontraré al Main, demasiada parafernalia realmadridista para su gusto. 


Continuo la aventura. Ya estoy casi al final de la primera parte de la misma. Mi objetivo es llegar a la Pallota e hidratarme otro poco. En este momento pienso en que he cargado demasiado la mochila y hay muchas cosas que me están sobrando. Antes de llegar al bar, paso por el estadio municipal de Pasarón. Cómo voy bien de tiempo, creo que es una buena idea detenerme y hacer un tour por el estadio, visitar las instalaciones, museo, sala de trofeos... pero por internet no veo que haya disponibilidad para nada de esto. Una pena, para una vez que me acerco.

También pienso durante un buen rato, el porqué los Porcos no jugamos en este campo. Al fin y al cabo somos el equipo de futbol más representativo y con más títulos de la ciudad, ¿Quiénes más que nosotros merecerían pisar el césped de Pasaron?

Es una zona con más ambiente, bares, comercios, farmacia, supermercado... Mucha gente en la calle, pero a pesar de ello no me he encontrado con ninguno de los muchos habitantes del extrarradio que se han unido últimamente al chorromoco.

Recuperando fuerzas, con la segunda cerveza, para la segunda parte del camino, reflexiono que la expedición está siendo más positiva de lo pensado,  no he tenido grandes problemas y ni siquiera me han atracado todavía.

Recorro la calle Luis Otero, me sorprende ver lavanderías, peluquerías, carnicería, refuerza mi teoría que los moradores del barrio disfrutan de una feliz autarquía.

Giro a la izquierda para encarar mi regreso por la rúa da Santiña.

El paisaje se vuelve totalmente diferente. Una calle estrecha sin apenas aceras. A la izquierda edificios altos, a la derecha campo, una especie de campiña inglesa pero en plan autóctono. 

La zona parece más dura, no se ve gente por la calle, me da la sensación que me vigilan por las ventanas. Apuro el paso. Quizás he cantado victoria demasiado pronto en cuanto a lo del atraco. Entro un poco en pánico, ni por Newcastle, Liverpool o en la noche de Sheffield he sentido esta sensación. Veo una especie de almacén y me meto rápidamente.

Los locales allí presentes se vuelven hacía mi y me escudriñan con la mirada. Tras unos segundo de desasosiego, me doy cuenta que estoy en la mítica Herriko taberna Xerardo. En un acto de supervivencia me quito la parte de arriba y me quedo con la camiseta de los Porcosbravos que llevaba por debajo. Bendito escudo. Los locales lo reconocen al momento y vuelven a sus cosas. Más tranquilo, me bajo tres cervezas, mientras contemplo la colección de bufandas y todos los recortes y fotos de las paredes, incluida por supuesto alguna de los Porcos. Que orgullo de equipazo. Me saco alguna foto de recuerdo. A pesar de que el petisco ha estado muy bien, me compro unos embutidos y un queso para el camino, nunca se sabe.

Relajado tras las cervezas y con la confianza del escudo en el pecho en los dominios del Main, voy calle abajo hasta la siguiente parada, A Nasantiña. Sede de algún tercer tiempo y de otros actos del chorromoco, era visita obligada y lugar con muchas posibilidades de encontrarme al Main o alguno de los adláteres, pero tampoco hubo suerte.

El lugar tiene el encanto (y más aún) que me habían descrito varias personas que lo habían visitado. Aprovechando el día soleado que hacía me senté en la terraza interior y me baje un par de pintas de Nasa. No se si el haber madrugado tanto o la enorme caminata que me había pegado, pero comencé a notar un ligero mareo. Por si acaso y por no sufrir un desfallecimiento decidí comer allí algo ligero. Un churrasco de  primero y un cocido de segundo, acompañados de otro par de pintas me dieron la energía suficiente para continuar el camino.


Un nuevo trayecto de unos 100 metros me lleva hasta la última parada del día, el bar Breogan. De nuevo un bar de barrio de los que me gustan. Estoy cerca de finalizar la aventura y dentro de lo que cabe todo ha ido muy bien, así que me relajo con otro par de cervezas. Van llegando algunos aborígenes. Por fin reconozco alguna cara...de la XVIII...de la dieta. Otro par de cervezas, más conocidos...ya no me siento tan extranjero cómo al principio.

Pregunto por el Main. Ni idea, responden unos. Estará ocupado con su labores, dicen otros. Algo estará argallando por ahí comenta el bartender. Una lástima no encontrarme con El y demostrarle que soy capaz de aventurarme en lugares recónditos, que soy decidido y que quizás en un futuro pueda postularme cómo delfín.

Tres cervezas más tarde decido que es hora de poner punto y final a esta excitante jornada.

El trayecto hasta el punto de origen se me hace un poco más largo ahora, ya que voy haciendo algunas cuantas eses y porque ya ha anochecido y me cuesta un poco mas orientarme, pero al fin llego.

Echo una última mirada atrás. Creo que no ha ido tan mal. El objetivo de interactuar con otras gentes, de conocer nuevas culturas, de abrir un poco la mente averiguando diferentes costumbres se ha logrado. Y vuelvo sano y salvo.

Arrastrando los pies como buenamente puedo, cruzo la frontera y regreso a la civilización.